Adiós a la productividad
Los últimos datos sobre la productividad más que animarnos, nos dejan como poco helados. Y eso que esto me pasó en agosto, leyendo el diario SUR. Según los datos del Banco de España, referenciados en dicho periódico, el diferencial negativo acumulado por España en productividad del trabajo con respecto al resto de países de la Unión Europea no es que disminuya sino que se ha mantenido o aumentado desde 1995 a 2005. La calidad y cantidad de nuestro trabajo, de lo que producimos, en términos generales, no llega a niveles de otros países. Esto, con serlo, no es lo más preocupante. Para mí lo es más el hecho de que la incipiente preocupación en la sociedad por este tema pienso que es solo aparente. Se queda en la conciliación vida personal-vida profesional, en algunos debates generales sobre el uso de la tecnología o en los problemas del tráfico. Lo primero, desde luego, es muy importante, no ya solo para la productividad, sino para mejorar la calidad de vida de todos. Pero la productividad va más allá, necesita de cambios más profundos, es verdad, algunos promovidos por las nuevas tecnologías, segunda de las temáticas, pero esto no lo es todo. Podemos tener tecnologías de última generación y sin embargo nuestra productividad disminuir. Los cambios deben ser organizativos, culturales e incluso mentales. Pongamos por ejemplo los problemas que a vuelta del verano seguimos sufriendo en nuestro entorno con los graves problemas de congestión del tráfico. Cuando, por el motivo que sea, perdemos el tiempo en lugar de producir, a medio o largo plazo esto nos perjudica, como profesionales y como personas. ¿Qué cuanto necesito para llegar a mi trabajo? Hay veces que más de una hora, para quince kilómetros, y el problema es que no estoy solo, alrededor mía hay decenas de vehículos (contaminando, por cierto) con personas desocupadas en vez de estar produciendo o en cualquier otra parte, ¿a quién le importa?. En otros términos, más culturales, recientemente he tenido la oportunidad de colaborar con profesionales de varios países europeos, presencial y virtualmente (por email). Las diferencias culturales aún se siguen notando. Esto, siendo algo positivo para quienes pensamos que la globalización no debería de acabar con las culturas locales, no es tan bueno cuando se da también en términos de cómo entender el trabajo o la productividad. Ir directamente al trabajo, a ver donde está el problema, en qué consiste y resolverlo cuanto antes, para qué darle vueltas. Este podría ser un resumen de lo que me encontré. Algo, ciertamente diferente a lo que, como entorno, me había acostumbrado: opiniones y opiniones, no hechos, pérdidas de tiempo en infinidad de reuniones, infinitos juegos de poder, para…, muchas veces más que resolver el problema, ‘tapar’ el problema. Y mientras tanto, reflexiono, nuestros hijos quizás reciban como legado uno los mejores lugares del mundo para vivir, aunque con un incierto futuro económico, debido a nuestro gran lastre en productividad. Y esto sin incluir la amenaza de tres grandes demonios (la triple A de Daniel Pink): Asia, automatización y abundancia. Pero de esto ya hablaré otro día.
Correo electrónico: apm@uma.es
viernes, septiembre 29, 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario